Por Gustavo Montilla
Es indudable que el momento histórico que estamos transitando, reviste una gravedad crítica, más allá de la percepción generalizada de crisis crónica, con la que vivimos los argentinos desde hace décadas.
Doscientos días de restricciones sociales, laborales, económicas, psicológicas, todo mezclado y potenciado por las problemáticas preexistentes, conforman un cuadro de extrema gravedad. La visibilización del fenómeno y sus causas, ayuda a comprender y contextualizar el frecuente desborde emocional de una parte poco numerosa, pero muy intensa de la sociedad, que los medios hegemónicos se encargan de amplificar hasta el paroxismo, con el peligroso riesgo de desmadre que ello implica.
Nuestro diputado, José Luis Ramón, ha tenido que padecer en carne propia, los últimos días en particular, pero hace meses en general, el escarnio y la violenta agresión de estas personas, que han abandonado todo acto de control sobre sus conductas, y han dado rienda suelta a la peor clase de pulsión agresiva, por sobre la sublimación de la crítica a través de la expresión y discusión de ideas y pensamientos puestos en palabras.
La provincia de Mendoza, ha tenido desde 1983, más de noventa diputados nacionales representando al pueblo de la provincia. Consultado cualquier ciudadano que ya peine canas, para que nombre algunos de ellos, la inmensa mayoría no completa los dedos de una mano. Incluso no llegan a nombrar ni la mitad de los actuales diez. De esos actuales diez, Ramón está presente en la gran mayoría de las citas.
Más allá de los actos con los que cualquiera puede disentir, nadie puede decir que Ramón no es un muy activo e incansable trabajador del congreso, con más de 65 proyectos de ley propios, innumerables intervenciones visibilizando las problemáticas de diversos sectores de la sociedad mendocina, y el acompañamiento de numerosos proyectos tanto del oficialismo (actual y pasado) como de los diversos opositores. De eso se trata la política. De eso se trata la gran herramienta transformadora de la sociedad, por la que luchamos los argentinos, para no volver a ser llevados de prepo por ilegítimos gobiernos autoritarios de facto.
Es importante tener claro y no perder de vista en ningún momento, esto que es la política. Aún con todos sus defectos, no debemos olvidar que las alternativas reales han sido trágicas para los pueblos. Es nuestro deber ciudadano, alimentar y enriquecer la política como herramienta transformadora y forjadora de un futuro mejor para todos. Caer en la denostación y demonización de la política, sólo nos llevará al sometimiento a los intereses y ambiciones de unos pocos, y a la miseria y postergación de las mayorías.
La relativa distancia temporal del glorioso año 1983, en el que logramos cerrar medio siglo de recurrentes gobiernos de facto sostenidos siempre por el poder económico, no debe dejarnos caer en fácil discurso antipolítico. Aunque muchos comunicadores sociales lo fomenten y difundan. La antipolítica es antidemocracia, es autoritarismo y sometimiento de las mayorías a las minorías.
El sistema de democracia política, es imperfecto, pero es por lejos lo mejor que hemos podido construir. Actualmente, hay varias generaciones de personas que no vivieron bajo regímenes dictatoriales. Pero eso no es razón para relajar la defensa y el sostenimiento del sistema que pudimos construir de democracia política.